sábado, 26 de marzo de 2016

Retropost #781 (23 de febrero de 2006): Narratología del 23-F


¿Es un meme? Lo del veintitrés efe, digo. Es en todo caso un recuerdo colectivo que aprovecha la ocasión para resurgir. Yo miraba la radio, en mi habitación del colegio mayor, y me preguntaba si debía salir a la calle a manifestarme, a algo. Finalmente me quedé en mi cuarto escuchando las noticias.

Hoy he oído hablar en la radio a Perote, por entonces oficial de guardia en el servicio de inteligencia, que ha dicho algo que podría ser una gran verdad: el golpe fracasó por las cámaras de televisión. Es decir, los elefantes blancos, etc., no se sumaron a Tejero porque nadie podía hacerse responsable de administrar políticamente un golpe que había sido retransmitido en directo. Un asunto para que reflexionen los filósofos de los medios. ¿Qué cosas sería imposible hacer hoy existiendo Internet? ¿Y cuáles se vuelven posibles? No me refiero sólo a las "resistentes" o "alternativas", sino también a nuevas formas de control. Porque anda que no controla la tele, aunque en aquella ocasión pusiese en evidencia a Tejero...

Todo el mundo recuerda qué estaba haciendo el veintitrés F, igual que todo el mundo recuerda imágenes del 11-M o del 11-S. Son los puntos de contacto entre nuestra memoria personal y la memoria de la colectividad, y dan lugar a fenómenos memorísticos especiales. Hay un libro interesantísimo sobre este tema que puedo recomendar, Momentous Events, Vivid Memories, de David Pillemer (Harvard UP, 1998). Según el autor, cada generación comparte el recuerdo de acontecimientos inolvidables; son recuerdos compartidos, y el evocarlos puede evocar una intimidad transitoria entre extraños. Estos recuerdos públicos, combinados con recuerdos personales que nos afectan (el primer día de la universidad, un partido con tu padre, la alabanza de un profesor... son elementos críticos de estructuración del recuerdo, puntos de anclaje para las narraciones personales de nuestras vidas individuales. Es un libro esencial para quien esté interesado en el funcionamiento de la memoria y en la manera en que se estructura nuestra identidad. Y muy particularmente en estos recuerdos vívidos de acontecimientos trascendentales.
Hay un trocito que voy a traducir para hacerse una idea del libro, uno que habla de un tema favorito mío, la causalidad retrospectiva.
Otra manera de conceptualizar el impacto psicológico de los acontecimientos trascendentales requiere que adoptemos una perspectiva distinta: se ve al recuerdo, y no al acontecimiento en sí, como agente causal continuado y que pervive (...). Desde esta perspectiva, el recuerdo personal de un acontecimiento trascendental es mucho más que una anotación pasiva; es de modo activo un agente que dirige, orienta, y proporciona una comprensión mayor. La realidad psicológica del acontecimiento para quien recuerda, incluyendo el significado construido que adquiere en el contexto de una autobiografía, cobra vida propia al margen de la verdad objetiva, histórica, sea cual sea el status de esa elusiva cualidad, la objetividad.
A través de su repetida activación en la memoria, un acontecimiento trascendental, o más propiamente, el sistema de creencias asociado al recuerdo del acontecimiento, se vuelve en última instancia causal; por usar un término muy gráfico que me ha sugerido Jerome Bruner, un acontecimiento crucial es retrospectivamente causal. El recuerdo repetido se inmiscuye en la consciencia y aplica su fuerza conductora.... (86)
La historia de una vida se construye conectando los periodos de tiempo que rodean a los acontecimientos trascendentales para formar una historia coherente. (96).
Si el recuerdo, y no el acontecimiento en sí, es lo que se asienta, los rituales y tecnologías del recuerdo tienen una importancia crucial. Tanto las colectividades políticas como las personas tienen estos recuerdos compartidos y cruciales, y los organizan y retransmiten con tecnologías del recuerdo (y protocolos de la memoria) que siempre tienen formas específicas, y elementos básicos comunes. El 23-F es un recuerdo a la vez público y privado, es uno de los recuerdos que dejan claro que, queramos o no, somos animales políticos.

Algunos más animales que otros, claro.


(PS: Por cierto, cuando digo que el golpe fracasó debido a las cámaras de televisión no es por quitar protagonismo a la figura del Rey. Nada tiene una sola causa, y el Rey tuvo su papel. Pero cuando el Rey llegó ante las cámaras, fue porque alguien le permitió, o no le impidió, llegar allí).




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