jueves, 29 de noviembre de 2012

César debe morir

Película de los hermanos Taviani, de 2011, Oso de Oro del festival de Berlín de este año. Cosa que me parece francamente exagerada, pero bueno, habría que ver las demás películas que se presentaron. 

Es la historia de una temporada en un grupo de teatro carcelario; los presos, guiados por un director externo, como programa de actividades culturales, y con el apoyo del director de la prisión, ensayan y luego representan en público Julio César de Shakespeare. Y (un poco a la manera de Looking for Richard, de Al Pacino) vemos la obra de Shakespeare a la vez que vemos la preparación de la representación y un poco (no mucho) de la otra vida de los presos, la vida que no es vida, vamos. 

Las reacciones a Shakespeare entre los presidiarios son aquí todas positivas, o casi, lo cual parece un tanto irreal. Pero de todo hay en el mundo, y a estos aburridos presos Shakespeare les ofrece la oportunidad no sólo de abrir un mundo alternativo en el espacio carcelario, donde son hombres libres luchando por la libertad de Roma o por vencer a sus enemigos; también los pone en contacto de nuevo con emociones humanas que ya conocían pero tenían olvidadas, y también con aspectos de la experiencia humana que si no no hubieran conocido nunca. 

Un tema extramadamente shakespeareano, pues, con un tratamiento muy shakespeareano también: la obra consistente en el ensayo de una obra, o que lo incluye, se encuentra ya en El sueño de una noche de verano antes que en The Rehearsal y sus secuelas y secuencias. Y la vida como teatro; la vida es teatro para el actor, y el teatro es vida, vida imaginativa, para estos presos. 

Comienza la obra, y acaba, con el final de la representación pública, con mujeres en el público para disfrute vicario, y lucimiento, de los presos. (En los ensayos uno acariciaba un asiento vacío, diciendo "Tal vez se siente aquí una mujer..."). Al final de la representación, tras el aplauso, vuelven al furgón, y de ahí a su triste celda de doble puerta de acero; son los del ala de seguridad.  En medio, vemos el casting, el ensayo, Julio César, escenas sueltas de aburrimiento carcelero, o de trato cotidiano sin grandes momentos de tensión ni peleas ni argumento espectacular; la cárcel es donde nada pasa. ("Nadie me vendrá a ver"). ("Déjalo, que ha tenido un mal rato en el locutorio"). 

Al final se repiten las escenas; volvemos a ver el final de la obra, los aplausos, la vuelta a la celda, más claustrofóbica ahora que conocemos a los actores.  Que los conocemos poco, es lo que se le puede reprochar a la película; que no tienen historia al parte de su papel en la obra; y así no terminamos de involucrarnos con ellos. 

Pero es que quieren mostrar los Taviani cómo son allí sólo hombres, hombres fuera de la vida y de lo que fue su historia; nada les pasa en realidad, excepto su papel en la obra, un papel mejor que el que han tenido en la vida. El teatro es donde pasan las cosas, es la vida, o la vida intensificada a otro nivel, es la vida misma cuando no hay otra, y también cuando la hay—para eso está el teatro, para devolver su imagen a la vida, decía Hamlet, y así hacerla más compleja, más consciente, más intensa (eso no lo decía, pero lo hacía). 

Hamlet también dirigía obras de teatro, teatro dentro del teatro, que lo sacaban de sus negros pensamientos. Y si Dinamarca era una cárcel, just imagine una cárcel dentro de la cárcel. Hay que salir de ella como sea, de ella y de Dinamarca, aunque sea entrando en estos locales provisionales construidos en el aire.


 
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