jueves, 3 de mayo de 2012

Nuevo régimen de las imágenes

He estado en una conferencia o encuentro con Joan Fontcuberta en el museo Pablo Gargallo, sobre las transformaciones de las imágenes en la cultura actual. Ha empezado a modo de hoax, exponiendo un proyecto de centro de interpretación de unos fósiles del hidropithecus o sirénidos humanoides en la Provenza, hallazgo que para mucha gente es posible que revolucione la historia de la evolución humana, no menos que el cráneo del Hombre de Piltdown. Decía Fontcuberta que le interesa el arte no convencional, el que no va a galerías ni museos, allí donde se vuelve ambiguo o pisa un terreno extraño al arte, para incorporarlo al mismo. (Pero ese sí acaba por fin en los libros de arte, diría yo....).

Redes, colinas de la ríaDe Fontcuberta conocía su manifiesto o esbozo de manifiesto Por un manifiesto posfotográfico. Y de eso ha ido la segunda parte de la conferencia, una charla con Antonio Ansón, colega de mi Facultad muy metido en la teoría de la fotografía. Para Fontcuberta lo digital ha transformado radicalmente la fotografía, e incluso los desarrollos retros, la vuelta al papel de sal y el daguerrotipo etc. son síntomas de una reacción a lo digital. Es más que un soporte, es un nuevo régimen de las imágenes, supone una transformación total no sólo en su capacidad de manipulación o en pura cantidad, sino también en los usos sociales de la fotografía: para intercambiar y tirar, no para guardar; para interactuar, para llamar la atención sobre el uso que se da a la fotografía—cada vez importa menos la foto en sí y más el contexto discursivo en el que se ubica. 


Mis preguntas han ido por allí—he llamado la atención sobre el hecho de que la palabra atención aparecía varias veces en su ponencia, y claro, un artista ha de llamar la atención. Google, la web, transforman el régimen de atención, y en consecuencia transforman todo. La atención es un fenómeno que merece más atención, no sólo en arte (hoy Munsch estaba hipercotizado, y no será por el monigote en sí, sino por la nube de atención, la herencia de Kafka, Scream, Van Gogh, los robos de originales de la obra si es que hay originales, etc.).

He llamado la atención sobre el doble movimiento de su proyecto hoax: debe engañar, pero también confesar el engaño, para ubicarse como obra de arte. Si no, sería quizá una obra de arte, pero una obra de arte desapercibida (como lo fue quizá el cráneo de Piltdown, según se mire). También sobre el hecho de que una vez el arte se hace conceptual, y ya no hay que mirar en la imagen misma sino el uso que se hace de ella, nos encontramos frente a frente con las observaciones de Oscar Wilde en El crítico como artista. Es el crítico el que conceptualiza la obra, la vuelve más compleja con su mirada, y desvela profundidades en lo que creíamos que ya habíamos visto.

Otras cosas que han salido: el cine como regido por la convención de ficción (a pesar de los documentales, documentales-ficción, etc.)— mientras que la fotografía ha sido el testigo de la verdad y la realidad. En principio, entiéndase. Por ejemplo, una fotografía ficticia no conseguía emocionar, una película sí.

Y se me viene a las mientes el ejemplo de la fotografía supuestamente documental y captura del momento de Robert Capa, la del miliciano republicano cayendo en el campo de batalla, y cómo ese documento vivo resultó al fin ser una ficción construida haciéndose pasar por tranche de vie.   Pero toda fotografía es construcción. El encuadre es crucial, el encuadre es el que aísla la atención y la guía, y por tanto, seleccionado la realidad, la distorsiona. La fotografía de por sí guía la atención, y el encuadre es crucial para convertir en forma estética el objeto que aparece dentro. Al menos en mis fotografías—hay otros regímenes posibles supongo. Pero, como dato para quedarse: la fotografía digital y la fotografía en red suponen un nuevo régimen de la imagen, cuyas consecuencias aún estamos explorando.


El asunto del falso documental del miliciano—otro estilo de hoax:






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