sábado, 14 de abril de 2012

El Estudio de Filología de Aragón

Hace poco, en una conferencia sobre las lenguas de Aragón y el debate de hace un siglo sobre la cuestión, oí hablar del Estudio de Filología de Aragón de Juan Moneva y Puyol. Veo que hace poco se publicó un libro sobre esta institución o amago de institución, a cargo de José Luis Aliaga y Mª Pilar Benítez (El Estudio de Filología de Aragón: Historia de una institución y de una época, Zaragoza, Institución 'Fernando el Católico', 2011). 

Hacen una panorámica de su historia y editan sus libros de actas, donde se registra cómo personas como el propio Moneva y Puyol, María Moliner, Luis Boya Saura, Luis Sancho, Estrella Guajardo y otros trabajan durante años elaborando anotaciones y fichas para la edición de estudios filológicos, diccionarios del aragonés, cancioneros, repertorios toponímicos y dialectales...   El proyecto tendría pocos apoyos oficiales, muy trabajados por Moneva y Puyol, y al final se le retiraron éstos por "la imposibilidad de publicar sus trabajos filológicos, a pesar de su interés" y razonamientos en esa línea. El propio Moneva, observan los editores, elimina de sus memorias todo recuerdo al Estudio de Filología de Aragón, "no le dedica ni una sola línea en las más de quinientas páginas de sus memorias (Moneva, 1952)" (p. 50).  Aunque sí lo recordó para interceder a favor de María Moliner cuando a ésta le abrieron las autoridades franquistas un expediente de depuración:

"La he tenido como Secretaria en el Estudio de Filología de Aragón, que he dirigido desde 1915 a 1925, en donde ha trabajado conmigo en la formación de papeletas para un Diccionario de voces aragonesas, ya acabado y pendiente de publicación" (50).

Mucho decir, pues había muchas fichas pero no un texto definitivo, y pendiente de publicación sigue. Y los estudios sobre filología aragonesa de la Institución Fernando el Católico, observan los autores, no han hecho realmente uso del material del Estudio de Filología de Aragón.  Con respecto a los conceptos de lengua y dialecto, al origen del español  y a la naturaleza de las hablas de Aragón, los editores observan que las ideas del fundador Moneva y Puyol eran tan "precientíficas" como las del consejero del EFA Domingo Miral. Para Puyol, "todo lo que se habla en Aragón es aragonés"—una especie de aragonesismo sentimental, vamos— a pesar de ser una especie de barrunto de Academia del aragonés, "Desde estos planteamientos lingüísticos e ideológicos, no es de extrañar que el Estudio de Filología de Aragón no acertara en establecer un estatuto adecuado para las lenguas de Aragón" (89).

Concluyen la introducción con una visión positiva de la labor de las mujeres en el Estudio de Filología de Aragón, y de su espíritu favorable a la incorporación de la mujer al mundo académico, siendo María Moliner la filóloga más influyente que allí se inició:

"En definitiva, tras estas medidas a favor de la igualdad de oportunidades formativas y laborales entre hombres y mujeres subyace esa personalidad del Director del Estudio de Filología de Aragón que, como en otros aspectos de su vida pública, le llevó a condenar las injusticias y a defender los derechos y las libertades inalienables de las personas ante cualquier jerarquía política y eclesiástica establecida y a recibir por ello no pocas represalias, como la citada suspensión de las funciones de la institución que dirigía, expedientes disciplinarios y juicios, como los que tuvo por su discurso El honor (Zaragoza, La Academia, 1924), en el que había supuestas críticas al ejército, y sanciones de suspensión de empleo y/o sueldo, entre otros motivos por llevar a sus alumnos a misas de rito oriental o por denunciar la purga que se realizó en Zaragoza tras el golpe de estado de 1936, ante el arzobispo y el capitán general de la ciudad.

Dos o tres entradas del libro diario del Estudio de Filología de Aragón, curiosas o características:

Comienza este libro diario de trabajos técnicos del Estudio de Filología de Aragón, hoy día diez y ocho de mayo, año de mil novecientos quince.
El Director                         El Consejero Secretario
Juan Moneva y Puyol        Luis Jordana de Pozas


Día 6  de octubre de 1917

Director, María Moliner, Pilar de Palacio, Manuel Marín, Joaquín de Navascués, Secretario.
A las seis y media de la tarde de este día continúa la clasificación  y ordenación de refranes.
Continúa la transcripción de la Col. Coll, refranes, y la corrección de la letra A, hasta abatimiento.
Ciudad, fecha ut supra.
Luis Sancho

Día de San Jorge, 1921

Director, María Mendizábal, María Moliner, Luis Boya, Luis Sancho, Emilio Ibáñéz.

De seis a ocho de la tarde de este día continúa la transcripción de original para la edición provisional del Diccionario. Continúa la clasificación de cantares.
Son hechas 28 papeletas, que sumadas a las 229.739 ya existentes dan un total de 229.767.
El Director, de parte de la Diputación y de la Ciudad, entregó 1000 reales de vellón, en billetes del Banco de España, a cada uno de los secretarios Sancho Seral y Boya, y a la secretaria María Moliner y Ruiz; y 500 reales de vellón, también en billetes del Banco de España, al secretario Ibáñez Papell. Y manifestó no hacer el pago en oro, como en otras ocasiones por gusto suyo lo había hecho, pues actualmente el cambio de oro excede la posibilidad.
Ciudad, lugar y fecha ut supra.
Juan Moneva y Puyol, Luis Sancho, Luis Boya y Saura, María Moliner Ruiz, Emilio Ibáñez

Día 29 de agosto de 1930
Pilar Sánchez, Margarita Jiménez, Dolores Caudevilla, José Faro, Aurea Lóriz.
A las seis de la tarde de este día continúa la ordenación de cantares, según la norma del Cancionero de Mosen Sangorrín.
A las ocho de la noche termina el trabajo.
Pilar Sánchez Sarto

Las ayudas al Estudio se suspendieron con la llegada al poder de Primo de Rivera, y, tras una breve resurrección en 1930, con la llegada de la II República. La última entrada del Libro Diario, del "Día último de 1930", da cuenta de una subvención de dos mil pesetas que recibe el Estudio por parte del Ministerio de Instrucción Pública, y de la despedida de Margarita Jiménez Lambea para preparar oposiciones en Madrid; también se anota que continuaba la colocación de papeletas y revisión de artículos como un día más.  "En muchos momentos la lectura de los Libros Diarios transmite la sensación de que el EFA subsiste a fuerza de improvisación o por la propia inercia" (Aliaga y Benítez 73). Y, en suma, "la sociedad aragonesa no vio en el Diccionario o en el Estudio un proyecto cultural y científico por el que se sintiera concernida" (63).

Para otros filólogos como Manuel Alvar "al final, se pierde todo en un rotundo fracaso", y para nada sirve el "fichero, polvoriento, sin posibilidad de consulta, en el almacén de la Biblioteca Universitaria de Zaragoza"; sobre el diccionario dice Buesa Oliver que "Las papeletas se hallan en unos grandes ficheros, en el depósito de la Biblioteca Universitaria. Su desorden indicaba que, a lo largo de tantos años, habían sido manejadas por muchas manos. De valor muy desigual, quedaron eliminadas las que carecían de interés"—cits. en Aliaga & Benítez (51); estos autores observan que "sólo una porción del fichero fue enviada a la Universidad, donde se conserva parcialmente, porque parece perdida la sección que se envió al CSIC en los años setenta" (51). A lo que van a parar nuestras labores filológicas, cuando no llegan a reposar, publicadas, en un polvoriento estante...


 
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