domingo, 18 de marzo de 2012

Luces rojas

No he captado bien el sentido del título de esta película, igual alguien me lo explica. Va sobre una pareja de investigadores escépticos que se dedican a desenmascarar los trucos de parapsicólogos y médiums, con éxito pasable aunque uno parece resistírseles, un tal Silver (Robert de Niro), que doblaba cucharillas como Uri Geller y hace espectáculos de levitación y adivinación que le atraen muchos seguidores. La investigadora principal (Sigourney Weaver) muere tras confesarle a su ayudante un momento de debilidada en el que había creído en los trucos de Silver: su punto flojo emocional es un hijo que tiene en coma con respiración asistida desde hace muchos años. En cuanto a su ayudante, su investigación a Silver está llena de fenómenos extraños de poltergeist— hasta que en la confrontación final con el médium, queda claro que el causante de todos los fenómenos psíquicos era el propio investigador, y no el investigado. Una especie de variante sobre Edipo Rey, pues (hasta con adivino ciego), pues el detective se buscaba a sí mismo mismo sin saberlo. La película pasa así del modo escéptico poco convencido al modo paranormal como efecto final. El reto en todo espectáculo de ilusionismo es descubrir el truco del ilusionista—en este caso, cómo resolverá la película los nudos que ata— y lo hace más o menos cambiando de género o de registro, solución arriesgada, aunque preparada a lo largo de la película de modo que se haga aceptable (digo cinematográficamente, no intelectualmente). Es triste, sin embargo, que la posición más racional aparezca en el cine, sistemáticamente, como frustrada emocionalmente, o como una modalidad de autoengaño, y que los mercaderes de misterios baratos adquieran un aura de gurú trascendental aun a la par que se denuncian sus supercherías. Prueba, por si hacía falta, de que la gente lo que quiere realmente (aparte de pasar un rato de intriga) es creerse lo que quiera, sin que la desengañen. Por lo menos en el cine.





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